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El Rey Kaelen gobernaba un reino próspero, pero su propia alma era un territorio en guerra. Su corazón era un mar a merced de vientos impredecibles: un día, la más pequeña victoria lo elevaba a picos de euforia; al siguiente, el más mínimo contratiempo lo hundía en abismos de desesperación. Era un rey poderoso, pero un esclavo de sus propias emociones.
Agotado de esta tormenta interior, convocó al más anciano y sabio de los orfebres de la corte, un hombre llamado Silas, cuyas manos no solo moldeaban el oro, sino que parecían comprender el peso del corazón humano.
—Silas —dijo el rey, con la voz cargada de fatiga—, mi espíritu no tiene ancla. Soy arrastrado por cada ola de alegría o de pena. Fórjame algo, un talismán, que pueda calmar la peor de mis tormentas y que pueda anclarme en la más embriagadora de mis euforias.
Silas escuchó en silencio, asintiendo lentamente. Regresó a su taller y, días después, se presentó ante el rey. En la palma de su mano no había una joya deslumbrante, sino un simple y liso anillo de oro. El rey lo tomó, sintiéndose decepcionado por su sencillez.
—La sabiduría no necesita adornos, Majestad —dijo Silas. Señaló una fina inscripción grabada en el interior del anillo. Contenía solo tres palabras: «Esto también pasará».
El rey frunció el ceño. —¿Unas simples palabras son mi ancla?
—Son dos anclas en una, mi señor —respondió el orfebre—. Llévalo siempre. Míralo y lee estas palabras en tu momento más oscuro. Y, sobre todo, no olvides leerlas en tu momento más brillante.
Pasaron los meses. Un reino vecino, liderado por un general bárbaro, invadió sus tierras. La batalla fue feroz y larga. En el clímax del combate, el ejército del rey fue rodeado, sus mejores hombres habían caído, y él mismo estaba herido. Apoyado contra un estandarte roto, con el sabor del polvo y la derrota en la boca, la desesperación lo inundó. Vio el final.
En ese instante de absoluta oscuridad, la luz del sol arrancó un destello del anillo en su dedo. Con la vista nublada, leyó la inscripción: Esto también pasará.
Las palabras no le dieron una fuerza milagrosa, sino algo mucho más poderoso: claridad. El pánico que atenazaba su mente se disolvió. Aceptó la posibilidad de la derrota y, al hacerlo, se liberó de su parálisis. Con la mente serena, observó el campo de batalla y vio una debilidad en la formación enemiga que su miedo le había impedido ver. Con una voz calma y firme, dio una última orden. Fue una maniobra audaz y desesperada, y cambió el rumbo de la batalla.
La victoria fue suya. Su regreso a la capital fue el momento más glorioso de su vida. El pueblo lo aclamaba, lo llevaban en hombros, y el vino y los cantos llenaban el gran salón del palacio. Sentado en su trono, Kaelen se sintió invencible, un dios entre los hombres. La euforia era tan abrumadora como lo había sido la desesperación.
En la cúspide de su orgullo, al levantar su copa de oro para brindar, la luz de las antorchas iluminó de nuevo la inscripción en su anillo. La leyó: Esto también pasará.
Las palabras, esta vez, no le trajeron calma, sino humildad. El grito de su ego se silenció. Miró los rostros felices de su gente y sintió no la embriaguez del triunfo, sino una profunda y cálida gratitud por ese momento, sabiendo que, como todos los demás, era fugaz y precioso.
Desde aquel día, el Rey Kaelen se convirtió en un verdadero sabio. Ya no era un barco a la deriva en el mar de sus emociones. Aún sentía la alegría de la victoria y el dolor de la pérdida, pero ya no lo arrastraban. Se había convertido en el océano profundo y tranquilo que yace bajo las olas. Había aprendido que la vida era un río de momentos, y que la verdadera paz no consistía en detener la corriente, sino en aprender a navegarla, anclado por la simple y poderosa verdad de que todo, absolutamente todo, también pasará.
Fin.
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Swami Atmo Niten 🌿, de espíritu curioso y aprendiz constante, ha convertido el yoga y el budismo en el eje central de su vida. Con 46 años, combina la pasión por la meditación, los chakras y el crecimiento personal con su interés por la tecnología y la comunicación moderna.
Su misión es sencilla pero poderosa: seguir aprendiendo cada día y compartir ese conocimiento con quienes buscan transformar su vida a través del yoga, la meditación y la sabiduría budista. Amante de los temas ancestrales y míticos, Niten también integra enfoques contemporáneos para hacer que las enseñanzas espirituales sean accesibles a todos.
En Maestro Yogui, participa como autor y editor, aportando artículos que inspiran, enseñan y acompañan a los lectores en su búsqueda de paz interior y felicidad.