El cántaro agrietado

Había una vez, en un pequeño pueblo en la India, un anciano llamado Ram que trabajaba como aguador. Cada mañana, Ram se dirigía a un río cercano para llenar dos cántaros de agua, los cuales llevaba colgados en los extremos de un palo que balanceaba sobre sus hombros. Uno de los cántaros era perfecto y siempre llegaba a la casa de Ram lleno de agua. El otro cántaro tenía una grieta, por lo que al llegar a casa, solo quedaba la mitad del agua.

Durante dos años, esto ocurrió diariamente. Ram llegaba a casa solo con un cántaro y medio de agua. El cántaro perfecto estaba muy orgulloso de sus logros, ya que siempre cumplía su propósito a la perfección. Sin embargo, el cántaro agrietado estaba avergonzado de su defecto y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de su trabajo.

Un día, el cántaro agrietado, profundamente afectado por su propio fracaso, decidió hablar con Ram mientras este se preparaba para el camino diario hacia el río.

—Ram, estoy avergonzado de mí mismo y quiero pedirte disculpas —dijo el cántaro agrietado.

Ram, sorprendido, preguntó:

—¿Por qué te sientes avergonzado?

—Durante estos dos años, solo he podido entregar la mitad de mi capacidad de agua porque esta grieta en mi lado permite que el agua se filtre en el camino de regreso a tu casa. Debido a mi defecto, tú tienes que trabajar más y no obtienes el valor total de tu esfuerzo —respondió el cántaro agrietado.

Ram, con una sonrisa en su rostro, dijo:

—Mañana, mientras regresamos a casa, quiero que observes las flores a lo largo del camino.

Al día siguiente, mientras regresaban del río, el cántaro agrietado notó hermosas flores al lado del camino. Esto lo animó un poco, pero aún se sentía mal porque solo quedaba la mitad del agua cuando llegaron a la casa.

Ram se detuvo y dijo:

—¿Notaste que solo había flores en tu lado del camino y no en el otro lado? Siempre he sabido de tu grieta, así que planté semillas de flores en tu lado del camino. Todos los días, mientras caminamos de regreso, tú las has regado. Durante dos años, he podido recoger estas hermosas flores para decorar la mesa. Si no fueras exactamente como eres, no hubiera habido esta belleza para alegrar la casa.

El cántaro agrietado comprendió de repente que su aparente defecto había creado algo hermoso y útil. Dejó de sentirse avergonzado y comenzó a valorar su contribución.

Ram concluyó con una sonrisa:

—Todos tenemos nuestras propias grietas y defectos. Lo importante es reconocerlos y usarlos para hacer algo hermoso. Cada uno de nosotros es único y tiene su propio propósito.

Desde ese día, el cántaro agrietado dejó de sentirse avergonzado de su defecto y se sintió orgulloso de lo que podía aportar.

Y así, el cántaro agrietado y Ram siguieron su camino, ambos felices y en paz, llevando agua y flores a su hogar.

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