En la vasta selva de Madhura, todos los animales vivían con temor bajo el dominio de un feroz león llamado Raja. Su rugido resonaba a través del bosque, y su fuerza imponente mantenía a todos los habitantes en constante estado de alerta. Raja reclamaba a una víctima diaria para saciar su hambre, y nadie se atrevía a desafiar su mandato.
Un día, llegó el turno de un pequeño y astuto conejo llamado Nanda. Mientras avanzaba lentamente hacia la guarida del león, Nanda ideaba un plan. Sabía que la fuerza no era su aliada, pero su ingenio podría ser su salvación.
Al llegar ante Raja, el león lo miró con desdén. «¿Por qué llegas tarde, pequeño? Sabes que odio esperar.»
Nanda, haciendo una reverencia, respondió: «Oh, gran Raja, pido disculpas por mi tardanza. Estaba en camino hacia aquí, pero fui interceptado por otro león que afirmaba ser el verdadero rey de esta selva.»
Raja se levantó de un salto, sus ojos brillando con furia. «¿Otro león? ¿En mi territorio? ¡Muéstrame a este impostor de inmediato!»
El astuto conejo asintió y guió a Raja hacia un pozo profundo que había visto durante su viaje. «Allí, gran Raja, es donde lo encontré. Está dentro de este pozo.»
Raja se acercó al borde del pozo y miró hacia abajo. Al asomarse, vio su propio reflejo en el agua clara y tranquila. Enfurecido, creyendo que el reflejo era el león invasor, rugió con toda su fuerza. Su propio rugido resonó de vuelta desde el pozo, lo que solo incrementó su furia.
«¡Sal de ahí, impostor!» gritó Raja, saltando hacia el pozo para atacar a su supuesto rival. Al hacerlo, cayó en el agua y se hundió en el fondo del pozo, incapaz de salir.
Nanda miró desde el borde, sabiendo que su plan había funcionado. Con el león Raja fuera de la ecuación, la selva estaba libre del terror que él había impuesto. Corrió de regreso para contar a los demás animales sobre su victoria.
«¡Raja ha caído en el pozo, y no volverá!» anunció Nanda, su voz llena de alegría y alivio.
Los animales de la selva celebraron la noticia. El miedo que había dominado sus vidas desapareció, y la paz y la armonía regresaron a la selva de Madhura. Todos reconocieron la valentía y la inteligencia de Nanda, quien con su ingenio había liberado a la selva del tirano.
Desde ese día, Nanda fue respetado no solo por su astucia, sino también por su valentía al enfrentarse a un enemigo mucho más poderoso. Y así, la selva aprendió una valiosa lección: a veces, la inteligencia y la sabiduría pueden superar a la fuerza bruta.