La fábula del rey y el sabio

En un reino lejano, gobernado por el Rey Vihara, la riqueza y el esplendor eran inigualables. Los palacios brillaban con oro y gemas, y los jardines reales estaban llenos de las flores más exóticas. A pesar de su enorme fortuna, el rey vivía con un miedo constante: el miedo a perder su riqueza.

Un día, el rey convocó a su sabio consejero, el venerable Sabio Sumantra, conocido por su profunda sabiduría y su vida sencilla. “Sabio Sumantra,” dijo el rey con preocupación, “a pesar de toda mi riqueza, vivo con el temor constante de perderlo todo. ¿Qué puedo hacer para asegurarme de que mi fortuna perdure para siempre?”

Sumantra, con una sonrisa tranquila, respondió, “Majestad, la verdadera riqueza no reside en el oro ni en las joyas, sino en el corazón y en los actos de bondad. Permítame mostrarle el camino hacia una riqueza que jamás podrá perder.”

El rey, intrigado, asintió. “Muy bien, Sumantra. Estoy dispuesto a escuchar tus consejos.”

El sabio propuso una caminata por el reino. Juntos, salieron del palacio y caminaron por las calles del pueblo. Vieron a niños jugando, a vendedores ofreciendo sus productos, y a ancianos sentados a la sombra conversando.

En el camino, se encontraron con una anciana mendiga que pedía limosna. Sumantra se detuvo y le dio al rey una bolsa de monedas de oro. “Majestad, ofrézcale esto a la mujer,” dijo el sabio.

El rey, aunque dudoso, obedeció. La anciana, con lágrimas de gratitud, bendijo al rey. “Que su bondad le traiga paz y felicidad eternas,” dijo ella con una sonrisa.

Continuaron su camino y pronto llegaron a una pequeña escuela donde los niños estudiaban con entusiasmo, pero en condiciones precarias. Sumantra señaló la escuela y dijo, “Majestad, con su riqueza, podría mejorar las condiciones de esta escuela y asegurar un futuro brillante para estos niños.”

El rey, inspirado por la sugerencia, prometió financiar la renovación de la escuela. Los maestros y estudiantes, llenos de alegría, agradecieron al rey con todo su corazón.

Más tarde, llegaron a un hospital donde los enfermos y heridos eran atendidos con escasos recursos. “Majestad,” dijo Sumantra, “sus tesoros pueden aliviar el sufrimiento de muchos. Considere donar para mejorar las instalaciones y el cuidado de los pacientes.”

El rey, conmovido por el sufrimiento que vio, decidió donar una parte significativa de su riqueza al hospital. Los médicos y pacientes expresaron su profunda gratitud, y el rey sintió una satisfacción que nunca había experimentado antes.

Al regresar al palacio, Sumantra habló con el rey. “Majestad, hoy ha comenzado a construir una riqueza que no puede perder. Los actos de generosidad y bondad crean un legado duradero y le otorgan una paz interior que el oro y las joyas nunca podrán proporcionar.”

El rey, reflexionando sobre las palabras del sabio, comprendió la verdadera fuente de la riqueza. “Sumantra, hoy he aprendido una lección invaluable. A partir de ahora, mi fortuna será una herramienta para el bien y no un símbolo de miedo.”

Desde ese día, el Rey Vihara se dedicó a actos de generosidad y bondad, ayudando a su pueblo y mejorando su reino. La gente lo amaba y lo respetaba no solo por su riqueza, sino por su corazón generoso y su sabiduría.

El rey encontró una paz y felicidad duraderas, y su legado de bondad y compasión fue recordado por generaciones. Así, aprendió que la verdadera riqueza reside en los actos de amor y generosidad, una fortuna que nunca se pierde y que siempre perdura en el corazón de aquellos a quienes toca.

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