El mono y el cocodrilo: una fábula de astucia y amistad

En un rincón escondido de la vasta naturaleza, donde el murmullo del río se unía con el canto de los pájaros, vivía un mono astuto y alegre. Este simpático viajero se había hecho hogar en un frondoso árbol de higos, cuyas ramas colgantes prometían delicias dulces y satisfacción. Desde su elevación, el mono disfrutaba de su vida, observando la danza cotidiana de los animales que venían a beber agua del río cercano. Pero, como en toda historia de amistad, la llegada de un nuevo personaje podría cambiar la dinámica de su feliz existencia.

En las aguas tranquilas del río, habitaba un cocodrilo que, al pasar un día cerca del árbol, divisó al mono saboreando los higos. «Esos higos deben ser deliciosos», pensó el cocodrilo, sintiendo un atisbo de deseo en su corazón. Así, se acercó a la ribera con la esperanza de compartir una pieza de ese placer.

—¡Hola, amigo Mono! Te veo disfrutar de esos higos tan sabrosos. ¿Podrías lanzarme algunos para que los pruebe? —soltó el cocodrilo, con una voz que buscaba una amistad genuina.

El mono, generoso por naturaleza y complacido por la compañía, sonrió y asintió alegremente. —¡Claro, querido cocodrilo! Estos higos son abundantes, y me encanta compartirlos.

Así, día tras día, el cocodrilo regresaba a la orilla, y el mono le lanzaba los higos desde su hogar en las alturas. Con el tiempo, su relación se fue fortaleciendo, y las alegrías de ambos resonaban en el aire fresco del río.

El deseo escondido

Un día, la esposa del cocodrilo, intrigada por la constante felicidad de su marido, le preguntó: —¿De dónde vienes cada día, y qué es lo que te satisface tanto?

—Hay un mono que vive junto al río —respondió el cocodrilo—. Cada día me comparte higos deliciosos. ¡Nunca había probado algo tan dulce!

Al escuchar esto, la esposa miró a su marido con un brillo codicioso en los ojos. —Si esos higos son tan maravillosos, imagina lo delicioso que debe ser el corazón del mono que los come. Necesito que me traigas su corazón.

El cocodrilo, agobiado por el deseo de complacer a su esposa, sintió un nudo de inquietud en el estómago. Pero no pudo resistirlo; al día siguiente, se preparó para ver al mono con un nuevo propósito oculto.

La trampa del cocodrilo

—Amigo Mono —dijo el cocodrilo, intentando ocultar la inquietud en su voz—. He estado pensando… hemos sido amigos durante mucho tiempo, pero nunca has visitado mi hogar en el río. ¿Qué te parece si hoy cenas con mi esposa?

El mono, alegre y halagado por la invitación, respondió emocionado. —¡Eso suena maravilloso! Sin embargo, no sé nadar. ¿Cómo podría llegar a tu casa?

—No te preocupes; solo súbete a mi espalda y te llevaré —prometió el cocodrilo con una sonrisa que escondía sus verdaderas intenciones.

Confiado, el mono saltó sobre la espalda del cocodrilo y juntos comenzaron a cruzar el río. Pero en medio de su travesía, el agua comenzó a tragarse al cocodrilo, quien se adentró cada vez más en las profundidades de la corriente. Asustado, el mono le gritó: —¡Amigo cocodrilo! ¡¿Qué sucede?!

El cocodrilo, con la verdad en la punta de la lengua, finalmente se decidió a hablar. —Mi esposa quiere que te traiga a casa porque desea comerse tu corazón. Así que, en lugar de cenar, estoy aquí para llevarte a tu fin.

El ingenio del mono

El mono, sorprendido por la traición, decidió mantener la calma y usar su ingenio. —¡Oh, querido amigo! Si tan solo me lo hubieras dicho antes que querías mi corazón, me lo habría traído. Es que, como los monos, no llevamos nuestros corazones siempre con nosotros. Normalmente lo dejo colgado en el árbol.

El cocodrilo, confundido, replicó: —¿De verdad? ¡Qué tonto he sido al no saberlo! Entonces, ¿tendremos que regresar al árbol para recogerlo?

—Sí, por supuesto —respondió el mono, ocultando su sonrisa. —Volvamos rápidamente antes de que se ponga el sol.

Convencido por la aparente sinceridad del mono, el cocodrilo dio la vuelta y nadó de regreso a la orilla. Pero una vez que llegaron, el mono saltó ágilmente de su espalda y se trepó a la rama más alta del árbol, muy lejos del alcance del cocodrilo. Desde allí, comenzó a reír con alegría. —¡Oh, amigo cocodrilo! ¿De verdad pensaste que un mono dejaría su corazón colgado en un árbol? Mi corazón siempre está conmigo.

Avergonzado por su engaño, el cocodrilo se hundió en el río, incapaz de pronunciar una sola palabra. Desde aquel día, nunca volvió a intentar engañar al mono, sino que aprendió a apreciar lo que verdaderamente importaba en la amistad y la honestidad.

Moraleja:

La astucia y el ingenio pueden brillar incluso ante los más oscuros engaños, recordándonos que la verdad y la sinceridad son las bases de las relaciones más valiosas.

Así, la sabiduría del mono perduró, y su risa resonó en el bosque, recordando a todos que a veces, en la vida, el verdadero corazón es aquel que protege nuestras relaciones más sinceras.

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